Cada año cuando llega el frío, navegando en pinterest y otras fuentes, me llaman poderosamente la atención las chimeneas, todas ellas, aunque como todo, unas más que otras. Aunque también me fijo en los distintos modelos de chimeneas, reconozco que en este caso las imágenes sobre todo me hacen añorar el fuego, porque encuentro que el arte crepitante de las llamas es hipnótico, y el calor que desprende el fuego hace acogedor de por sí el espacio en torno a él. Por eso, porque el fuego en sí me parece puro arte, creo que una chimenea necesita muy poca decoración; en todo caso un cesto conteniendo una/s manta/s y mullidos cojines, y una alfombra o algún que otro puf de lana, sin olvidar los acopios de leña tan típicos de los países nórdicos que dan ese aire rústico y natural. En cuanto al mobiliario, opcionalmente una/s butaca/s y una mesita para tomar el té.
Algo que nunca debería haber junto al fuego es un reloj que te recuerde lo que tienes pendiente (que siempre hay algo…), junto al fuego el tiempo se para, o al menos lo parece, igual que junto al mar…




